jueves, 23 de septiembre de 2010

Edicion 95

Las celebraciones que nos esperan

Con la velocidad del rayo pasaron los festejos del por muchos tipificado como “perfomance” del bicentenario. El balance de los festejos no pasó la prueba del autoreconocimiento de identidad nacional que tanto se promocionó en los medios; el nacionalismo que pregonaban a cuatro vientos algunos locutores como los de la hora nacional, tan falsos como un billete de tres pesos, no logró aflorar el orgullo pretendido para festejar doscientos años de “independencia”. El mayor impacto de los festejos lo significó el mega puente decretado. Se sigue privilegiando la holgazanería en un país que, por sus condiciones de precariedad, necesita promover la cultura del esfuerzo y del trabajo. Esa fue, a decir de muchos entrevistados, una mas de las decisiones que contribuyen a torcer nuestra realidad.

Solo queda el recuerdo de un desfile pletórico de espectacularidad “Orlandiana”, “Hollywoodesca” o de un siempre esperado “desfile de las rosas”, cada inicio de año en California. Bien podrían compararlo con el mejor de los “parades”, no en balde la organización se le encomendó a un experto en éstos menesteres, de origen Australiano. Doscientos años no han sido suficientes para formar creadores mexicanos con talento suficiente para organizar grandes eventos; se sigue ofreciendo oro por los espejitos de los hombres blancos.

A menos de una semana de la fecha conmemorativa, poco queda en la memoria porque poco relevante hay que recordar. Se está gastando una carretada de dinero en la promoción (no se puede negar que tres mil millones de pesos es una verdadera fortuna, sin dar crédito a quien sostiene que ya son siete mil millones) aunque el ilustrado secretario de educación pobremente argumente que es una vez cada doscientos años. No importa que en Tabasco y Veracruz se inunden y no reciban recursos para paliar sus desgracias, mismas que han rebasado la capacidad de respuesta de los gobiernos afectados por las lluvias.

Mal fario le esperaba a la organización desde su concepción. Recordamos que han pasado por la responsabilidad de los festejos del bicentenario y centenario, personajes como Cuauhtémoc Cárdenas, el primero, que en muy mal momento político acepta la invitación del señor de las botas, de tan triste memoria; una vez cumplido su subterráneo y muy personal y siniestro propósito, avienta la toalla; nada relevante fue su transito en el cargo y, como era de esperarse, eludiendo responsabilidades porque no le cumplieron sus caprichos y como si desconociera el talante de su temporal jefe y su equipo.

Así pues, fue sustituido por Tovar y de Teresa, personaje de indudable capacidad intelectual, meritos académicos y conocimientos de la historia de México, de la que es un estudioso, pero que la responsabilidad no le sirvió ni para su muy dilatado currículum. Se desconoce si llegó a ejercer formalmente el cargo y lo único cierto es lo efímero del membrete.

Finalmente, se hace cargo o lo encargan, por el puesto al que arribó en la víspera a quien calificó de mezquindad el hecho de no hacer manifestaciones farisaicas de jubilo por las celebraciones del bicentenario. Y ya encarrerado, arremete nuevamente contra sus críticos por el excesivo e inútil gasto multimillonario (claro, él no tributa como la gran masa de Mexicanos); haciendo gala de su ilustración y presumiendo ser un hombre de gran mundo, en su “rally” de entrevistas, les espetó a sus detractores su “visión parroquiana”. Este señorito de apellido Lujambio debe estar pensando que los festejos aludidos son su “stairway to heaven” (con perdón de Led Zepelin) para el 2012.

Pero esto no se acaba hasta que se acaba, diría el filósofo de Güemez. Sólo hemos visto la primera parte del show. Así como antes del 16 de septiembre nos taladraron el cerebro con mini semblanzas de Hidalgo, Morelos, Josefa, Allende, Aldama, para la segunda parte del programa, nos esperan ansiosos Madero, Zapata, Villa, Obregón, las Adelitas, los corridos, etcétera, para ocupar los espacios televisivos y radiofónicos y, por supuesto, las llamadas telefónicas y los mensajes a celulares sin dejar pasar las redes sociales, twiter y facebook.

Así, en el acto primo de ésta comedia, no faltaron los oportunistas que estuvieron agazapados mucho tiempo y saltaron al escenario para reivindicar a “sus” propios héroes que también les dieron patria; adoradores de imperialistas y oportunistas como ellos, no dejaron de insistir en que la ocasión ameritaba levantarle el veto a Iturbide y elevarlo como héroe nacional digno de reconocimiento como consumador independentista.

Esperamos que no se les cuele Victoriano Huerta, en categoría de héroe, como ya se coló Benjamín Argumedo en el primer reality show identificado como “el coloso”. Y todavía declara Lujambio que en el desfile no veríamos canguros, por aquello del productor Australiano. De lo que estamos seguros es de que, sin obligación de conocer a fondo nuestra historia, sus asesores mexicanos, mostraron una visión sesgada de una parte de ella. Se impone el billete a la historia.

De algo tenemos que preocuparnos por la fecha de conmemoración del inicio de la revolución que es hasta final del segundo tercio de noviembre; como si pareciera un complot contra nuestro nacionalismo, contra nuestra identidad nacional, se le ocurre atravesarse en el camino a las fiestas de halloween, (que también se acercan a su bicentenario) y que para justificar el avasallamiento sobre nuestras tradiciones, ahora le llaman celebración por sincretismo y que en términos de consumo ya desplazaron al día de muertos; al puro estilo norteamericano, salen a la calle los chiquillos y las chiquillas a pedir “su calaverita”. Nos empacharemos de brujitas y calabazas huecas iluminadas con velas, disfraces de rostros ensangrentados y narices con verrugas y por supuesto las consabidas ofertas de todo tipo con sabor de muerte.

Una vez transitado por ésa fecha que relacionan con cuentos y películas de terror, nos dispondremos al otro horror publicitario para celebrar el centenario del inicio de la revolución mexicana. Después de toda la parafernalia mercadotécnica y oficialista, regresaremos a la realidad, la triste y cruda realidad. La clase política prepara, desde ya, el horror electorero del próximo año.