lunes, 16 de agosto de 2010

Edicion 90

Diálogos por la seguridad

Tal y como lo anuncié en la reciente reunión de colaboradores de La Jornada y obligado por la circunstancia del momento, escribo mi contra réplica al Diputado Jesús Martínez, líder de la bancada Panista en el Congreso Estatal; en virtud de que, ingenuamente, no esperaba semejante puerilidad en la réplica del Diputado (que por cierto me anunció personalmente), a mi columna anterior solo me resta aplicar la sentencia filosófica de ese gran pensador Mexicano contemporáneo de nombre Enrique Bermúdez, apodado “el perro”: …………….Tirititito.

No importa que haya rehuido el debate sobre el laicismo o sobre la defensa de la economía popular al que, por cierto, se mediatizó tardíamente, con declaraciones faltas de credibilidad, habiendo tenido oportunidad de actuar o al menos manifestarse antes del nuevo hachazo. No es de extrañar tal actitud, menos cuando hay confesión pública de plegarse a dogmas y evitar siquiera la discusión. Si la verdad revelada es su arma, entonces poco hay por hacer.

Es recomendable que acuda a la lectura del cuadernillo titulado “el compromiso y la conducta de los católicos en la vida política” que divulga la congregación para la doctrina de la fe, de fecha 24 de noviembre de 2002 y firmado por el entonces prefecto y ahora Papa, Joseph Ratzinger, esperando que se reduzca su silvestrismo en sus posturas públicas.

Recurrir a simplicidades como asegurar, apuesta de por medio, que su demonio favorito, El Peje, contenderá por un partido diferente al que lo postuló en el 2006, es francamente otro infantilismo que seguramente le obliga a dormir con la luz prendida.

Doy vuelta a la página haciéndome un par de preguntas: ¿toda la bancada Panista y su militancia respaldarán a su líder incondicionalmente? ¿O se ajustarán a la definición corriente de que en México el líder no precisa de seguidores, según plantea Monsiváis en su libro “El 68, la tradición de la resistencia”?. Son preguntas.

Pero más importante para el lector que un duelo de diatribas, debe ser la serie de reuniones que sostuvo el ocupante de los pinos con algunos sectores y actores sociales para buscar consensos sobre la forma en que se deberá atacar el problema de la inseguridad en el país. En lo particular, me parece que surgieron mas dudas acerca de la efectividad con la que el gobierno federal está llevando a cabo su guerra contra el narcotráfico. En principio porque no hubo verdadero dialogo ya que a cada cuestionamiento sobre las acciones de gobierno federal respondió el convocante con dosis de molestia y hasta de ira.

Partidos políticos, empresarios, académicos, intelectuales, columnistas, lideres religiosos, investigadores, representantes de organizaciones civiles, especialistas en tema de seguridad y gobernadores y, por supuesto, autoridades de gobierno y jefes militares así como autoridades del poder judicial se dieron cita, en varias sesiones de trabajo en el campo Marte, para analizar la situación de la seguridad en México.

Dió la impresión de que fueron incluidos todos los sectores de la sociedad y del quehacer político por lo que estaría cubierto el abanico de opiniones y propuestas, pero lamentablemente no fue así; faltaron, por ejemplo, las representaciones de las cámaras legislativas, justificando la presencia de los partidos políticos, pero los que se dedican a hacer leyes, tan necesarias en este objeto, no fueron requeridos. Faltaron también como protagonistas del fallido dialogo, los gobernadores electos que tomarán posesión en unos cuantos meses. No se le ve utilidad alguna a la sola presencia de gobernadores cuyo único objetivo inmediato es entregar el cargo.

Algunos de los gobernadores que asistieron a dichas reuniones y que hicieron uso de la palabra, buscaron alguna forma de deslinde sobre el problema; navegaron entre las responsabilidades en los ámbitos locales y federales y en general, extendieron la mano para solicitar más recursos y armamento; se cuidaron de guardar las formas al dar un supuesto apoyo al gerente de los pinos.

No se pudo evitar en ningún momento y gracias a la grosera promoción de algunos de Éllos en colusión con los medios electrónicos y algunos diarios de circulación nacional al contemplar la cita como plataforma electoral con miras al 2012; tal fue el caso sin rubor del “gel boy”, el gavioto Peña o el exhibicionismo de Fidel Herrera. Siete de los treinta gobernadores asistentes (faltaron el de B.C. y el de Morelos) ni siquiera se tomaron la molestia de hablar, entre Ellos el de Aguascalientes; se reservaron sus estrategias para que no se las fueran a plagiar en otros estados.

En resumen, a éstos diálogos solo se les ha visto como una edición revisada de aquel famoso Acuerdo para la seguridad y la legalidad de hace dos años. Han quedado registradas las participaciones sin dirección ni rumbo y, nuevamente, un catalogo de buenas intenciones del ejecutivo, aunque demasiado tarde como ha sido el sello del sexenio.

De nada sirvieron las cifras mostradas en la primera reunión, por el titular del Cisen y el de la PGR; no hay acuerdo entre ellos, pero lo que es insoslayable y preocupante es la cifra oficial de 28,000 muertos en lo que va del sexenio. Cifra que solamente ha servido para insensibilizar gradualmente a una sociedad temerosa de ser, en lo individual, una victima más de “los daños colaterales”.

Si atendemos a los hechos, particularmente la militarización del país, me temo que se están creando las condiciones para legitimar un estado autoritario y represor. El congreso de la unión ha permanecido sospechosamente omiso ante la situación, sin dejar obviamente, de que algunos de sus prominentes voceros lancen criticas al régimen para dar la impresión de oposición y pluralidad.

Mas de lo mismo: poca acción, promesas de mejora, reuniones sin conclusiones, estrategias fallidas, petición de unidad y solidaridad en torno a quien sabe quien o qué.