Edicion 73
La última y nos vamos
Inició el sábado pasado una edición más, la 182, de la Feria Nacional de San Marcos. La última del sexenio. Volvemos a ser victimas de la parafernalia que gira alrededor de la misma; los mismos discursos en las conferencias de prensa sobre las inimaginables bondades que para la población del estado tiene el evento, la derrama económica que se genera, la infraestructura que queda para el futuro y, por supuesto, la visión con la que fue planeada sentando bases para el futuro.
El presidente del patronato, sin quitarse de la boca el nombre del visionario gobernador, no tiene recato ni medida en sus declaraciones, llegando inclusive a proponer tesis económicas sobre los ciclos del dinero que envidiaría el mismo Alan Greespan, anterior presidente de la reserva federal de los Estados Unidos. Tesis “hidrocalizada” que ha servido de base para los promocionales que se emiten en la radio local.
Pero detengámonos un poco sobre las cifras alegres que, sin empacho alguno, suelta al aire el encargado de la administración del evento, el señor Raúl Alvarez. Declara que acudirán, mas o menos. 8 millones de feriantes y que la derrama económica que dejarán éstos, será de mas de dos mil millones de pesos; mas de dos mil, pueden ser dos mil uno o, porque no, cinco mil. Pero tomemos como base sólo esos dos parámetros.
Para empezar, la cantidad de visitantes a la feria de 8 millones suena un poco a fantasía u onanismo mental aunque digan que mediante un estudio que hizo el Tec de Monterrey desde ediciones anteriores se determinó dicha cantidad. Veamos: la feria durará 21 días lo que implica que el promedio (conste que escribo promedio) del aforo diario es de aproximadamente 381,000 personas, que es algo así como el 45% de la población total de la capital del estado.
Esos 381,000 visitantes diarios o los ocho millones totales a los diferentes eventos y espacios de la feria, incluidos desde niños de brazos hasta ancianos, mirones y simples paseantes, de acuerdo a los estimados de la derrama económica, gastarán cada uno, 250 pesos por visita; solo dejemos en el imaginario colectivo si esto es posible para todas las familias, pensando en promedio de cuatro miembros; pero pensemos en el asalariado, el obrero, el chofer, el dependiente, el empleado de mostrador, la empleada doméstica, el albañil, el estudiante, etcétera.
Cantidades y cifras que no se sostienen por si mismas en el terreno de la realidad aun desagregando diferentes conceptos como la visita de turistas, así como la huida hacia las playas cercanas de centenas o miles de residentes vacacionistas y de aquellos que por agorafobia o falta de recursos y deseos, no ponen un pie en los terrenos feriales.
Ahora bien, ni que decir de la omisión reiterada de un informe detallado de la inversión realizada con fondos públicos así como los ingresos generados para las arcas del patronato, su endeudamiento, los activos que posee y el destino de los dividendos, si los hay. No se ha superado el formato de informe que se reduce a igualar a ceros los ingresos y egresos y el reporte de “feria blanca”. Todavía está en la memoria la ocasión en que al DIF le asignaron poco menos de mil pesos como remanente en época de Roberto Díaz como presidente del patronato y Felipe González como gobernador. Ahora son otros, pero las mañas son las mismas. Los DIF estatal y municipal siguen en espera de los beneficios de la feria, como lo marca la ley.
Durante no menos de diez años he insistido en la creación de una nueva ley que regule al patronato de la feria haciéndolo mas transparente y su ciudadanización efectiva. La incorporación de los líderes empresariales en el patronato no ha respondido a la expectativa de transparencia; sigue siendo un coto particular en el que se manejan los recursos discrecionalmente y donde no ha pasado de algunas escaramuzas en hechos específicos como lo fue el caso de un empréstito hace uno o dos años.
En los albores de la feria, arrancarán formalmente las campañas políticas para renovar congreso, presidencias y gobierno. Debemos exigir a los candidatos al congreso el compromiso de revisar la ley del patronato de la feria en base a una consulta popular y evitando que en su aplicación la subordinen a deliberadas interpretaciones; debe ser una ley lo suficientemente clara, desde la integración del patronato con ciudadanos probos, los que sean necesarios, que no sean convidados de piedra ni se dejen seducir con el otorgamiento de pases gratuitos a los eventos, hasta los informes financieros detallados.
La conmoción causada el año pasado por la suspensión de la feria, mandó al cajón del olvido todo lo referente a la rendición de cuentas. Ahora, no hay motivo aparente para que se replique lo que tradicionalmente se ha replicado: manejar la feria como negocio particular. Los informes de resultados deben ser lo suficientemente sólidos y creíbles como para que resistan el escrutinio público.
Seguramente no es ésa la preocupación del patronato ni de las autoridades estatales ni de las municipales actuales ya que no serán ellos quienes tengan la responsabilidad de la organización de las próximas verbenas y con toda seguridad estarán pregonando:¡¡ La Ultima y Nos Vamos!!
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