Edicion 60
Pueblos pobres o empobrecidos
El general Leclerc había escrito a su cuñado Napoleón,
desde la isla: “He aquí mi opinión sobre éste pais:
hay que suprimir a todos los negros de las
montañas, hombres y mujeres, conservando solo a
los niños menores de doce años, exterminar la
mitad de los negros de las llanuras y no dejar en
la colonia ni un solo mulato que lleve charreteras”.
……………pero la indemnización en dinero resultó
una piedra aplastante sobre las espaldas de los Haitianos
independientes que habían sobrevivido a los baños
de sangre de las sucesivas expediciones militares
enviadas contra ellos.
El país nació en ruinas y no se recuperó jamás:
Hoy es el más pobre de América Latina
(Eduardo Galeano: “las venas abiertas de América
Latina”. Siglo XXI editores. p92)
Duele. Lastiman las graficas y las escenas en tiempo real. Oprimen el corazón los testimonios de los corresponsales apoyados por las cámaras que muestran la muerte sin duelo. Cadáveres hacinados. Montones de carne en putrefacción al aire libre. Virgilio hubiera ocultado a Dante éste círculo del infierno.
Y entonces surge el conocimiento de un país devastado, olvidado por siempre hasta que la naturaleza explota y nos dice: miren de lo que soy capaz de hacer para que no olviden que ahí están. Y ahora todos sabemos algo de la historia de un país que ahí está hace tanto como el nuestro; descubierto y explotado antes que el nuestro; independiente antes que el nuestro y rebelde antes que el nuestro.
A nosotros nos pasará pronto su dolor cuando los medios ocupen sus primeras planas y sus editoriales en nuestros frívolos asuntos. La cercanía del mundial de futbol es el mejor cataplasma para la tribulación que causa la desgracia ajena. O la cercana boda de la paloma con su relamido precandidato será la que distraiga la atención general y se vuelva a olvidar la lección en cabeza ajena.
Los países ricos dan un giro en su percepción hacia el país al que han explotado sus riquezas naturales durante centenas de años; como la bauxita, base para la producción de aluminio, con la que se han enriquecido en proporción directa al empobrecimiento del país que los abastece. En su destrucción total se les adelantó la naturaleza. No lo abandonarán porque todavía hay mucho que extraer. Les darán la ayuda necesaria y suficiente para seguir esclavizándolos. La naturaleza los exoneró de culpa de muertes.
Las mediciones de parámetros de pobreza, salud, educación, ingreso per cápita, expectativa de vida y otros, nos dan a conocer, como si no lo hubiéramos percibido antes, que éste país, ahora y siempre en desgracia, se encuentra en el cabús del progreso y desarrollo de los países de América y en uno de los diez países con mayor miseria en el mundo entero.
Pero todavía no se acaba de expoliar, como no se han acabado de expoliar muchos otros países de América Latina. La ayuda humanitaria se convierte en inversión.
No es ilógico verificar que la desgracia se ensaña con el más indefenso y desprotegido. Así ha sucedido históricamente allá y aquí. Y ésa indefensión y desprotección no es por voluntad propia sino producto de una inacabada colonización con el concurso, por supuesto, de los cómplices locales, dictadorzuelos vasallos de los capitales con vocación explotadora donde se les permita.
Las desgracias atribuidas a la naturaleza, sólo descubren las miserias tanto del pobre como del empobrecedor. Los primeros son victimas y los segundos victimarios; estos son tan culpables de la catástrofe como la propia fuerza de la naturaleza a la que retaron en desigual posición.
Los capitales del primer mundo instalados en la isla no abandonarán sus inversiones, al fin que solo han muerto cien mil y todavía hay mano de obra disponible. La ayuda humanitaria empieza a ser cuestionada en cuanto al beneficio directo que dejará. Ya tuvieron un precedente hace un par de años y las cosas no mejoraron absolutamente nada. Todavía hay bauxita por extraer y mares para pescar.
Sin los tintes de dramatismo apocalíptico de los que hemos sido testigos (teve española ha hecho una magnifica cobertura y análisis de la situación de la catástrofe), es tiempo de que volvamos la mirada hacia nuestro país y demos cuenta que podemos evitar paralelismos de los que tengamos que arrepentirnos en el futuro.
Como una pequeña muestra del espejo que nos podemos encontrar en nuestro camino, está el petróleo en nuestro subsuelo o el cerro de San Pedro en San Luis Potosí. Los apetitos económicos no tienen mayor contemplación con los pueblos expoliados. Estamos a tiempo.
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