Edicion 50
Muro que cae y muros que se levantan
La sorpresa invadió al mundo. La noticia se difundió con velocidad a todos sus confines. Los detalles no estaban del todo claros. Se generó incertidumbre pero lo único cierto es que nada volvería a ser igual que antes. Políticamente, las ideologías de izquierda se sintieron momentáneamente en la orfandad, sin banderas, sin rumbo definido. Fin de la guerra fría. Económicamente, arribaron las fuerzas del mercado enseñoreadas. Se inició la primera revolución pacifica en Alemania.
En México, empezábamos a recibir las primeras lecciones formales de la nueva doctrina económica que llegó para quedarse: “no se confundan, dijo Salinas, se llama neoliberalismo”; la noticia le venia como anillo al dedo y su legitimación se consolidó mas allá de los golpes mediáticos del quinazo y el jonguitudazo en ese mismo su primer año de gestión.
Justo hoy hace veinte años. Todos , sorprendidos aunque no del todo extrañados, fuimos testigos de la noticia más relevante durante muchos años: había caído el ya legendario muro de Berlín, de la ignominia, le llamaban unos, levantado 28 años y tres meses antes, símbolo visible de dos mundos contrapuestos; el de las libertades y el de la represión. El socialismo real había llegado a su fin y se daba inicio a la integración, ideológica, política y económica, del este al mundo occidental. La globalización o mundialización abría brecha.
Se daba paso a la unificación de las dos Alemanias y por supuesto, los países de la Europa oriental darían también los pasos para los cambios de régimen y su integración a la unión europea. La ruta estaba marcada para el mundo entero y México no seria la excepción. La unificación, no fue un día de campo para Alemania occidental, dadas las reticencias de los beneficiarios del régimen socialista para asimilarse a un mundo de competencias y libertades individuales.
El tiempo transcurrido, del hecho histórico a la actualidad, ha derrumbado también mitos en torno a la exaltación del mundo libre. Ese mundo idílico que presentaba la doctrina neoliberal, pronto agotó su discurso en los hechos. Los países que adoptaron la nueva doctrina pronto pudieron verificar que ésta no respondía a la teoría. Las desigualdades se acentuaron tanto en países avanzados como en los países en vías de desarrollo ahora llamados emergentes.
A veinte años de distancia, algunos de los países promotores del neoliberalismo, han comenzado a abandonar sus postulados, ya sean europeos, asiáticos o latinoamericanos. Los aferrados como México, se empeñan en cerrarse a las nuevas corrientes mundiales particularmente en materia económica. México a contrapelo, ha levantado su propio muro que le impide ver hacia el exterior el rumbo que está tomando la mayoría de los países.
No conformes con ese muro que limita la visión al exterior, hemos levantado al interior una serie de muros que nos impiden nuestro desarrollo como pueblo. El mayor de ellos es un muro que divide a la población en general y su clase política; parecen ser dos mundos radicalmente opuestos el uno contra el otro, los intereses de uno no son los intereses del otro. La más palpable evidencia se acaba de expresar con la decisión de diputados y senadores con la aprobación del paquete de impuestos que acaban de recetar desoyendo el reclamo de la población.
Alrededor de ese muro de intereses, se ha levantado uno más que es el de la intolerancia. La no aceptación de la existencia de formas de pensar diferentes es el origen de la permanente descalificación a las ideas y a las personas o grupos. Quien ejerce el poder en mayor o menor medida no pierde la oportunidad de actuar autoritariamente contra el adversario político o ideológico o peor aun, contra el crítico.
No podemos pasar desapercibido otro muro erigido paciente y sólidamente que es el de la impunidad. Pruebas las hay a diario a lo largo y ancho del país. Este muro lleva un enjarre adicional que es el del cinismo. Promesas incumplidas, mentiras, ocultamientos, intenciones oscuras e insanas, hipocresía, burla y otras acciones mas son la divisa que identifica a los políticos sabedores de su intocabilidad legal.
Del otro lado de los varios muros levantados, está una sociedad que en mucho ha contribuido en su construcción con su actitud subordinada, comodina, acrítica y conformista. Esa masa cree que hay predestinación a la sumisión. Los políticos son conocedores de esa condición social de aparente calma chicha e importamadrismo y la administran bien. Saben que para buena parte de la población le preocupa menos su condición que las chorreadas nalgas de la Guzman.
Si usted duda sobre el conocimiento que los políticos tienen sobre la población y sus barreras, no se sorprenda de que se repita el esquema de actuación de aquellos que quieren ser candidatos para el 2010 y analice si encuentra algo diferente. Por lo pronto, los primeros “renunciados” han manifestado que su intención de ser candidatos obedece a “que algunos sectores de la sociedad les han pedido, rogado que sean quienes los represente”. Ya los veremos.
Mientras se celebran dos décadas de la caída del muro de Berlín y el mundo evoluciona y sortea exitosamente la crisis económica y financiera mundial en nuestro país basta que se decrete lo que sea para presuntamente terminar los problemas y seguimos levantando muros que nos impiden un real desarrollo integral, desde lo individual hasta lo colectivo.
Ojala tengamos elementos para aseverar lo que los Alemanes postulaban hace veinte años: “que nada volverá a ser como antes"
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